Anselmo Jover Peralta escribe en el año 1942 el libro ‘Cancionero del Mate’ bajo el seudónimo Luzán del Campo. Se trata de una compilación de una serie de textos de autores latinoamericanos dedicados a la costumbre sagrada. Amaro Villanueva sostiene cierta polémica con él en ‘El lenguaje del mate’ por el enfoque que le da Jover Peralta a sus estudios folclóricos. Sin embargo, aquí lo que me interesa contar es otra cosa.
El segundo poema del ‘Cancionero…’ se llama Mate amargo y pertenece al poeta uruguayo Fernán Silva Valdés. Comparto un fragmento:
No sé qué tiene de rudo; no sé qué tiene de áspero,
no sé qué tiene de macho,
el mate amargo.
Él sirve para todo;
para lo bueno, para lo malo;
él lava los dolores del pecho a cada trago;
es un cúralo todo en la casa del gaucho;
alegra la alegría y destiñe la pena,
el mate amargo.
(…)
En el campo
no hay boca masculina que rehuse besarlo
ni manos callosas que no le hagan un hueco
al mate amargo.
¡Cómo me siento suyo; cómo lo siento mío,
al mate amargo! (…)
Cuando leí estos versos me sorprendí. Obsérvese la valentía que tiene este hombre para meter el dedo en la llaga más viril hace casi cien años. “no sé qué tiene de macho”; “no hay boca masculina que rehuse besarlo”; “cómo me siento suyo”. Una apuesta fuerte en tiempos en los cuales la sensibilidad y los hombres no podían mostrarse juntos en público.
Silva Valdés no tiene uno sino seis poemas compilados dentro de este libro. Mate dulce (una zamba) llena de erotismo: Dame un mate, mi china, / ¡ay!, de tu marca, / que vos sabés cebarlo / con mano santa / … Dame un mate cebado / ¡ay!, con el alma; / ponele en vez de azúcar / toda tu gracia … Chupalo vos primero / y en la bombilla / mándame un beso.
También alguno satírico que se burla de un inglés que toma un mate demasiado caliente y otro de corte explicativo. Esta versatilidad y la preferencia que tiene dentro del libro me llevaron a fijarme en él y sentí ganas de investigar su vida. Comparto mis humildes apuntes.
Una historia sincera
Nuestro amigo oriental tiene un texto autobiográfico que presenta así: “voy a escribir, a solicitud del Director de la REVISTA NACIONAL, el escritor don José Pereira Rodríguez, una biografía de mi vida ya larga, gracias a Dios, y nada pobre en episodios a veces pintorescos (las más), a veces trágicos” …
Nació en Montevideo pero se crio en Sarandí del Yí, una pequeña ciudad de unos ocho mil habitantes ubicada en el departamento de Durazno. En su juventud regresaron a Montevideo, y vivió en una quinta familiar hasta su casamiento.
“Mi padre siempre escribiendo en hojas inmaculadas; mi madre con su costura toda rodeada de hilachas. La peona cebando mate en una gran calabaza; un mulato me mecía entre dos tragos de caña; y para mi boca niña, para mi boca paisana, no había más caramelos que el canto de las calandrias”.
Como se puede ver, mucha lectura en la familia, lo cual lo influyó en su oficio de escritor. “Fui a la escuela v me enseñaron justito lo que olvidé: lo que sé, lo aprendí solo, y sé lo que hay que saber”. Lo suyo no era la educación formal, de hecho, nunca pudo ingresar a la Universidad.
Su padre le recitaba Estanislao del Campo y José Hernández, lo que despertó en él mucho interés por la cultura gauchesca. “Eso, leer cuanto cayera en mis manos, tomar mate, andar a caballo, tocar la guitarra y escaparme a alguna estancia de amigos simulando enfermedades para la licencia del caso, era mi vida”.
Bohemia y más
En algún momento de su juventud, Silva Valdés amplia un poco sus lecturas y entra en contacto con el modernismo. Al mismo tiempo, experimentó en otras áreas:
“Y como acabo de decir, pasé de una punta a la otra: de vulgar poeta gauchesco (y vean que no escribo nativista) a pálido y dandy modernista. Y en mi «modernismo», como es sabido, llegué hasta los «paraísos artificiales». Mi libro «Humo de incienso» es representativo de este hecho (…) Sí, mis amigos lectores: en lo que va de los años 1915 a 1919, mi vida fue una penuria terrible, y ningún escritor uruguayo pasó una experiencia así, volviendo luego a la total salud del cuerpo y del espíritu (…) Llegó un momento en que ya no me pude mover de la cama”.
Su familia se reúne en plenario y decide internarlo: “necesitaba no sólo aventar las drogas sino también nutrirme de campo”. Nótese otra vez la valentía de este hombre para hablar de su adicción. Debe haber sufrido más de un revés en la sociedad por ese traspié. Sin embargo, su médico, su madre y su novia nunca lo abandonaron y lo ayudaron a salir.
Otras perlas y el nativismo
Supera con creces los límites de este texto la biografía de Silva Valdés. Comparto un par de anécdotas más sobre su vida, pero recomiendo su autobiografía:
-Después del periodo oscuro, se casa en el año 1924 con Tulia Pérez Gambín y construye “con dinero ganado ‘a punta de verso’, con los libros escritos para los niños, una pequeña casa”. De las drogas a la literatura infantil sin escalas.
- Juan de Dios Filiberto le puso música al tango ‘Clavel del aire’, escrito por Fernán Silva Valdés, y grabado por Carlos Gardel en 1930.
A modo de conclusión, debemos mencionar que Fernán Silva Valdés, a la vuelta de su viaje modernista, inventa lo que él llama el nativismo. No se trata simplemente de poesía sobre temas gauchescos, sino una evolución estética consciente que aplica las innovaciones de las vanguardias literarias a la realidad y el sentir criollo uruguayo, diferenciándose de la tradicional poesía gauchesca que él considera una mera imitación del gaucho.
De esa búsqueda surgen sus versos sobre el mate que motivaron esta entrega. Te dejo más data sobre el autor acá y acá. Me despido con una cita:
¡Cuánto cielo, cuánta tierra!
¡cuánto hombre, cuánto árbol,
pueden caber, en esencia,
adentro de un mate amargo!
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