Hola, ¿cómo estás?
Le pregunté a mi hija preadolescente si recordaba su primer tereré. Yo tenía muy presente aquella juntada con sus amigas cuando me pidió que les preparara la bebida más rica del mundo en su variante fría. Toqué el cielo con las manos de felicidad. Retomando. Con un nivel de detalle en la memoria que yo envidio y admiro al mismo tiempo, Catalina me contó su debut con pelos y señas. Ahí va un resumen.
Juntada en la casa de su abuela con todos los primos. Los grandes traen una jarra de jugo de naranja, el mate y la yerba con mucho hielo. Son muchos los presentes en el relato porque es grande la familia. Con tres años ella era la más chica entonces –pienso- no quiso ser menos. Y probó. Al terminar la anécdota, sabiendo el efecto que eso podía tener, me dijo como al pasar:
-Ah, y hoy tomé mate.
Esa última revelación explica mejor que nada el secreto del título que tenía pensado incluso antes de escucharla. Nunca me voy a olvidar de un concepto que aprendí en una capacitación sobre consumos problemáticos. No es que yo estuviera ahí por mi adicción al mate. Me tocó en mi rol de docente de jóvenes en situaciones de mucha vulnerabilidad. El coordinador nos dijo que el alcohol era una droga portera, porque le abría la puerta a las otras, las ilegales o más peligrosas. Y a mí no me caía en gracia que por inclinar un poco el codo este hombre me tratara de adicto, pero fue tan potente el ejemplo que nunca lo olvidé.
Esa misma función cumple el tereré. El primero te lo regalan, el segundo te lo cebás vos.
Revelación
Aunque es muy limitada, mi memoria me dice que mis inicios fueron iguales. Primos entrerrianos, termo con jugo de naranja, vaso de lata con mucho hielo y para no ser el raro a tomar el brebaje. Pero prefiero contar la vez que descubrí que el tereré era cosa seria. Hace más de veinticinco años estaba en Santiago de Chile en una procesión cristiana con jóvenes de todo el continente. No se desvíe pensando qué es lo que hacía este hereje ahí porque tampoco tengo una respuesta sensata. El calor era sofocante y restaba un trecho muy largo para caminar. De pronto, entre todas las caras de padecimiento empiezo a escuchar a unos que eran pura joda. Y a mí que de por sí la fe no es que me sobraba me produjo mucha curiosidad ese grupo.
- ¿De qué se ríen estos gansos si no se puede respirar con este sol que raja la tierra? – habré pensado.
Resultó que esos gansos eran mucho más vivos que nosotros. La comitiva paraguaya se pasaba un tereré de mano en mano y no sufría de la misma manera la temperatura. Ahí nomás me arrimé y me sumé a la ronda. Hubo dos cosas que me llamaron la atención. La primera es que la bebida estaba casi natural y no con mucho hielo. Y la segunda es que lo que tenía era agua con limón y a lo sumo algunas hierbas, pero no un jugo como lo había conocido hasta ese momento. Esos pibes me salvaron de una insolación.
Una fantasía etimológica
La palabra es un misterio. Félix de Guarania define: tereré: crujir, crepitar / mate frío. Aprovechando esta similitud, López Breard en su diccionario folclórico guaranítico apunta:
“Según la versión que me transmitiera el señor Germán González, 56 años (Ituzaingó – Corrientes) contaba por tradición que sabe de su padre, paraguayo, que fuera guerrero del Chaco (Guerra paraguaya-boliviana), dice: síí; resbaladizo, escurridizo. Rere: ruido, crujir: “Los soldados paraguayos en la guerra (no sabe si en la mencionada o en la de la triple alianza 1865-1870) recogían agua para su mate de los cursos de agua y sin calentarla porque no podían prender fuego para no descubrir sus posiciones, tomaban su mate. Nuestra opinión es que la costumbre es ancestral. Existe al respecto una infinidad de narraciones de cronistas que refieren la infusión que tomaban los guaraníes con yerba mate. Natalicio González en su libro Proceso y formación de la cultura paraguaya trae una versión semejante referida a la guerra de la triple alianza”.
Aunque la historia me parezca hermosa, y todo mito tenga algo de cierto (porque las complicaciones en las mencionadas guerras existieron), la realidad es que el consumo de yerba mate es anterior a la presencia del hombre blanco en américa y sus peleas de rapiña fratricida.
Patrimonio de la humanidad
Pero esa bebida que nosotros en chiste consideramos una preparación para el mate amargo es una hermana muy querida de la costumbre sagrada y comparte sus virtudes más importantes. El documental Todo sobre mi mate que ya hemos recomendado en una de las primeras entregas de este newsletter explica que en una sesión del parlamento paraguayo más del setenta por ciento de los legisladores toman tereré. No debe extrañarnos que en el Paraguay nuestros hermanos la consideren la bebida nacional.
Como puede leerse en este hermoso artículo del ministerio de salud del hermano país, el tereré fue “declarado como patrimonio cultural paraguayo en el año 2011 según Ley N°4261/ 2011 (y) también se estableció al último sábado de febrero como “El Día del Tereré”. También se nos cuenta que en diciembre del año 2020 se reconoció a esta bebida como Patrimonio inmaterial de la humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). La última cita que quiero compartir es de la ONU al igual que muchas de las fotos de esta entrega:
“El tereré es una bebida fría que se prepara con yerba mate y hierbas medicinales. Pero más que eso, es una práctica tradicional de Paraguay que propicia la convivencia, la inclusión y la comunicación, al margen de acarrear beneficios para la salud. El tereré está presente en todos los rincones de Paraguay y preside todas las conversaciones, no importa la ocasión, el número de personas, el tema ni el lugar donde ocurran”.
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Siento que esta semblanza no estará completa hasta que no tenga la oportunidad de disfrutar del tereré en su hábitat natural. Es un viaje que me debo. Ojalá pueda concretarlo pronto.
Y vos ¿cómo fue que probaste el tereré? Me encantaría leerte.
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Hace rato no preparo, es un litro de agua un pomelo exprimido y un par de hojas de albahaca. Muy refrescante!