Mate y Fórmula 1: de Fangio a Colapinto
Hola ¿cómo estás?
Antes de empezar quiero agradecer mucho a las personas que me comparten historias asociadas a la costumbre sagrada. No quiero dar nombres para no olvidarme de nadie porque sería una doble ingratitud. Sin embargo, necesito que sepan que cada uno de esos mensajes se guarda y, en algunas ocasiones, se terminan convirtiendo en una entrega. Esta es una de esas veces.
No sabía nada de la máxima competencia del automovilismo, y sigo sin saber demasiado, pero la fiebre que se ha desatado por la participación del argentino Franco Colapinto y su amor por el mate me impuso la tarea de estudiar un poco. La teoría de los seis grados de separación en el caso del mate se reduce a dos. Ninguna actividad humana se encuentra a más de dos pasos de la bebida más rica del mundo.
El primer dilema
Hay un debate sobre la cantidad de argentinos que han participado en la historia de la Fórmula 1. Motorsport asegura que son 23 y otros medios se estiran hasta 25. La verdad es que mi pasión por la discusión tiene límites y lo que verdaderamente me intriga es si solamente los compatriotas que han competido en el mundial de automovilismo tienen relación con el mate, o hay pilotos de otros países que han probado el elixir. A pesar de que hubo y hay infinidad de brasileños y también un par de uruguayos, no pude encontrar noticias de nuestros hermanos latinoamericanos vinculadas a la cuestión.
Una pequeña perla es este video del francés Romain Grosjean, ex piloto de la categoría durante casi diez años, en el que se autodenomina “un profesional del mate”, pero juega con la bombilla como si fuera un joystick. A seguir practicando amigazo.
Fangio y la omnipresencia del mate
Empezamos con el mejor de los nuestros. Juan Manuel Fangio fue quíntuple campeón mundial de Fórmula 1 en los años 1951, 1954, 1955, 1956 y 1957. En los años 1950 y 1953 fue subcampeón y se retiró en el año 1958. Su dominio fue absoluto. En su juventud vivía en Balcarce y en octubre de 1936 se le presentó la posibilidad de correr su primera carrera en la ciudad de Benito Juárez. Como no podía ser de otra manera, según se cuenta en esta nota, la decisión la tomó entre mate y mate con sus amigos en el taller.
Este misterioso tweet afirma que Fangio tomaba mate antes de las carreras complicadas. No tenemos pruebas, pero tampoco dudas. Lo que sí sabemos es que en el año 1942 disputó una carrera que se llamó el Gran Premio del Sur. Partió de Mercedes (Buenos Aires), llegó al estrecho de Magallanes a través de Punta Arenas (Chile); y volvió por la Costa Atlántica hasta Bahía Blanca. En esa travesía de más de siete mil kilómetros, al Chueco (como le decían) se le rompió el motor en Comandante Luis Piedra Buena (Santa Cruz). Un mecánico de la zona, conocido como Chilote Cárdenas, fundiendo una sartén de acero pudo emparchar la avería para que continúe la carrera. Casi cuarenta años después, de acuerdo a esta crónica, volvió a la ciudad, se dio un abrazo con Cárdenas y pasaron largas horas mateando y recordando anécdotas.
Pero este hombre del interior conocía el poderío oculto detrás de la costumbre sagrada. En un perfil imperdible y polémico sobre Fangio, se nos cuenta sobre sus hijos no reconocidos con distintas mujeres. Una de esas historias empieza porque un chico de doce años llamado Ricardo Vázquez se quema destapando un radiador:
Fangio lo llevó luego a su casa. Llamó a la puerta y salió Catalina Vasili, pelo oscuro, carnes blancas, que tenía poco más de 30 años, aunque se veía mayor con el delantal sobre el vestido por debajo de la rodilla. Tras revisar la quemadura de Ricardo, que no era grave, la mujer agradeció a Fangio y le ofreció mate y una porción de torta que había sacado del horno poco antes de su llegada. El encuentro, que duró un par de horas, fue el primero de varios que, a diferencia de aquel, serían secretos. Catalina Vasili estaba casada y con dos hijos, y Fangio en pareja con Beba Berruet y con un hijo, Oscar. Buena parte del pueblo sabía y hablaba de la relación, que terminó cuando Catalina Vasili quedó embarazada.
Reutemann y las mateadas proselitistas
Carlos Lole Reutemann fue un gran piloto de Fórmula 1. Durante sus once años en la máxima categoría obtuvo 12 victorias, 45 podios y un subcampeonato mundial. Esta semana se escribió sobre aquel desempeño deportivo que lo dejó al borde de la gloria, pero yo confieso que he hecho un poco de trampa. No me interesa hablar de sus mateadas como piloto. Tampoco hay referencias porque nunca fue una persona muy expresiva, y ahora veremos hasta qué punto.
Después de retirarse del automovilismo, Reutemann se dedicó a la política. De la mano del menemismo llegó a la gobernación de Santa Fe, cargo que ocupó dos veces, durante ocho años en total (1991-1995 y 1999-2003). También fue senador nacional por su provincia, durante veintiún años. En todo ese tiempo en la cámara alta, solamente habló treinta minutos. Un poco más de un minuto por año. Sin embargo, hay dos referencias al mate en esa trayectoria que quiero compartir.
La primera es este obituario muy condescendiente que se escribió el día después de su muerte. En un momento, se intenta pintarlo con una anécdota:
“Detrás de la persona desconfiada y calculadora, había una persona con una fuerte empatía en la adversidad. Cuentas que, tras las inundaciones en la ciudad de Santa Fe del 29 de abril de 2003, por la crecida del Río Salado, “Lole” solía visitar las zonas, más allá de los cuestionamientos naturales de los afectados, y en una oportunidad se puso a tomar mate con una familia en el techo de una estación de servicios mientras escuchaba un rosario de quejas. Esas inundaciones fueron su karma”.
Si para él fueron un karma imagine para el incierto número de muertos que se cobró la desidia.
La segunda mateada proselitista tuvo lugar durante lo que se llamó el conflicto agrario en Argentina, motivado por la Resolución 125. En esa disputa, Lole tomó partido por una de las facciones. Así lo relata esta nota de opinión:
“El senador, como pocas veces, desde que comenzó el conflicto con el campo mostró una hiperactividad política de declaraciones, ofrecimientos de mediación, cartas a Néstor Kirchner y la gota que rebalsó el vaso: Su aparición, casi como un héroe de Hollywood, sólo, arriba de una moto, tomando mate en los piquetes rurales”.
Este personaje blindado, con una parquedad que rozó el paroxismo, habrá parecido todo un ser humano pasando la calabaza vacía a sus interlocutores.
El lobby por Colapinto
Pocas cosas odio más que a las personas que viven buscando la oportunidad de auto citarse. Sin embargo, voy a caer en esa tentación otra vez. Creo que la irrupción de Colapinto viene a reforzar El efecto Marton. El chico que ha puesto de moda el automovilismo otra vez fue presentado como “el fanático del mate que debutará en la Fórmula 1”. Rápido de reflejos, Franco ya consiguió una yerba que lo auspicie. Y para que el virus se propague como corresponde, en un deporte que llevaba más de veinte años sin argentinos, empezó a contagiar a sus compañeros de equipo.
Si bien el mate que utiliza es de acero (según un amigo, el ideal para el trabajo), el detalle que lo distingue es cuando le pide a su compañero tailandés con nerviosismo que “no revuelva la bombilla”. En aquellos días fue una pena la publicación del equipo Williams en Instagram en la que se ve una imagen de Colapinto con su termo y un mate imperial con la siguiente leyenda abajo: “Un mate mañanero (el café argentino) para Franco”.
No es un café, es una droga. Tiene mucho trabajo por delante nuestro héroe porque todavía quedan prejuicios en pie alrededor de la costumbre sagrada. Desde acá pongo un granito de arena para el lobby por Colapinto. En mi caso por un interés concomitante. Tengo la plena seguridad de que el mate va a salvar a la humanidad de su extinción. Por lo tanto, donde sea que haya un promotor contará con el apoyo de este humilde corresponsal.
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